A priori, sin embargo, el proyecto no partía
precisamente con ventaja. Unos meses antes, el escritor Peter Maas trató de
publicar su libro “The Valachi Papers”, (confesiones reales de un ganster a un agente del FBI) obteniendo
como única respuesta de los editores a los que visitó: “la Mafia no vende”; hasta que
un pequeño editor apostó por ella y vendió. Los veinte mil ejemplares de la
primera edición; trescientos cincuenta mil en las semanas posteriores. Poco
después, el libro de Mario Puzo superó al de Maas con creces: un millón de
ejemplares en pasta dura y doce millones más en edición de bolsillo; 67 semanas
en la lista de best-sellers del New York Times. Y luego llegó la visión de
Coppola, y esas colas interminables en las salas para ver una película de tres
horas sobre la Mafia ,
y el mundo se preguntó: ¿qué demonios ha ocurrido?
En realidad, lo que ocurrió no fue precisamente una casualidad; fue una calculada conjunción de astros que el genio de Francis Ford Coppola unió, moldeó y transformó en una obra maestra. Una obra maestra absolutamente personal e intransferible. El origen es, por supuesto, la novela de Mario Puzo, que fue el germen de dos guiones sencillamente perfectos (ambos lograron el Oscar) y de una colaboración, la del escritor y el cineasta, tan fructífera como genial. La novela, por cierto, era ya propiedad de
Lo que aportaba Puzo al
género de gansters era una
perspectiva nueva y crucial: la visión italoamericana. Esta es otra de las
claves del éxito de El padrino:
Italia. La Paramount lo intuía, y por eso buscó un director con sangre italiana
(primero pensó en Sergio Leone, pero declinó la oferta); una decisión que
aportó realismo, credibilidad. El padrino
habla por primera vez de familias, no de bandas; sus personajes no son
italianos sólo de nombre, sino también de cara, de gesto, de ritual, de alma;
están inspirados en Frank Costello y Vito Genovese, en las Cinco Familias de
Nueva York, y sus acciones y costumbres está extraídas directamente de la
mafiología real. El padrino no es una
novela/película sobre la Mafia ,
es la Mafia.
Crucial fue también la revolucionaria fotografía de Gordon Willis, que aportó esa atmósfera de permanente penumbra, de interiores sombríos que envuelve toda la película. Después de la luminosidad del cine de los cincuenta, Coppola apostó por esa semioscuridad ocre y pastosa que difumina la escena lo mismo que las conciencias de sus personajes. Y la maravillosa partitura de Nino Rota rompió también los moldes del género. Gran parte de la culpa la tuvo el propio Coppola, que le dio indicaciones muy precisas al compositor italiano para acompañar la tragedia griega de esta familia italiana: un vals que vuelve y vuelve sobre sí mismo, melodías lentas y armoniosas, melancólicas como una marcha fúnebre; y mucha nostalgia italiana. Una banda sonora sencillamente magistral, y una de las más exitosas y recordadas de la historia del cine
De astros en estado de gracia está también plagado el reparto. El fanático empeño de Coppola por rescatar al acabado Marlon Brando no pudo ser más acertado. El actor prácticamente creó a su personaje, desde la apariencia (introduciendo algodones en las mandíbulas para parecer un bulldog) a la voz terrosa y pausada, pasando por los ademanes suaves y alguna que otra genial improvisación (el gato en su regazo, las cáscaras de naranja en la boca). También Al Pacino, por el que nadie apostaba debido a su timidez y baja estatura (lo llamaban “el enano”), y que acalló todas las bocas desde sus primeras escenas (y acabó apropiándose de la saga). Sin olvidar a James Caan, John Cazale, Robert Duvall, Diane Keaton, Talia Shire y todo el elenco de geniales secundarios, especialmente los italianos, que parecían recién importados de Sicilia. Muchos, incluso, pertenecían realmente a la Mafia.
Finalmente, cuántas películas pueden presumir de contar en su metraje con tal cantidad de escenas memorables y frases eternas, que han permanecido imborrables en la memoria de millones de espectadores: la entrevista de Bonassera con don Vito, la misma boda en la casa del Padrino, la cabeza equina en la cama de Woltz, el bautismo de sangre –ajena- de Michael en el restaurante Louis’s (“Pide la ternera. Es estupenda”), o la muerte de don Vito mientras juega con su nieto, una de las más poéticas de la historia del Cine. Y cuántas veces no habrá salido de nuestros labios ese “te haré una oferta que no podrás rechazar” o “no es personal, son los negocios” o “ten cerca a tus amigos, pero más cerca a tus enemigos”. Sin olvidar la leyenda negra, según la cual Frank Sinatra obtuvo su papel en la magnífica De aquí a la eternidad (con el que ganó su único Oscar) por influencia de sus amigos de la Mafia, hecho que inspiró a Puzo para crear el personaje de Johnny Fontane, que tiene bastante más relevancia en la novela y se diluyó en la película por presiones del propio Sinatra.
Y todo envuelto en un papel de falso celofán
llamado Familia, La Famiglia (“Un hombre que no convive con
su familia jamás será un auténtico hombre”), un entramado de lealtades, honores
y códigos tan fascinantes como espeluznantes (desde luego, nunca estuvo tan
acertado el término ‘lazos de sangre’). Una gran tela de araña igualmente
eficaz para cazar y proteger, y de la que es imposible zafarse. Pero en la que
muchos de nosotros hemos deseado, en algún rincón –oscuro- de nuestra alma, estar
atrapados. Porque, en el fondo, siempre nos hemos identificado con esos
personajes tan contradictorios, tan perturbadores, tan dolorosamente humanos.
Mi película favorita la he debido de ver 20 veces ya que aunque no lo programe jugando con el mando la engancho y me quedo extasiado viendola
ResponderEliminarGracias